Abstract
En la Península ibérica medieval, donde Isidoro de Sevilla decía que la ignorancia es madre de los errores, el saber es un deber que incumbe en primer lugar a los reyes. De ellos depende, según la tradición teodosiana recogida en la legislación visigótica, la salud material y moral de su pueblo, para cuyo fin deben de nombrar buenos administradores civiles y obispos idóneos. Pero de ellos también depende, directamente o a través de estos oficiales laicos y eclesiásticos, la enseñanza del pueblo. El rey se convierte así en un rex magister además de ser un rex sapiens. Este artículo analiza la continuidad en la enseñanza desde la época visigoda hasta la conquista de América.