Los impactos de la crisis económica, intensos desde 2014, con la reversión del super-ciclo de “commodities” que impulsó la expansión económica de la primera década del siglo XXI, tuvieron un efecto desigual en América del Sur. El sector minero-agrario-exportador mantuvo la primacía en la base económica de las naciones sudamericanas, que en algunos casos sufrieron un revés en su estructura industrial. Las consecuencias de este proceso están también presentes en la forma y la velocidad de la transición energética en el continente sudamericano, donde se presentan diferentes opciones con respecto a la sustitución de derivados del petróleo por fuentes alternativas de energía, especialmente biocombustibles, energía eólica y solar. La retracción de la participación del estado en la economía, que refleja la opción de políticas públicas de austeridad fiscal y financiera, impactó directamente el ritmo y el nivel de las inversiones en opciones energéticas con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.