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Spanish, Italian

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NEW ITALIAN EPIC versión 2.0.

Abstract

Datta: ¿qué hemos dado? Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón la espantosa audacia de un momento de debilidad que un siglo de cautela no podrá borrar. Por eso, sólo por eso, hemos existido, y no estará ni en nuestras necrológicas ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña ni bajo los sellos rotos por el flaco notario ni en nuestras vacías estancias. T. S Eliot, The Waste Land La tarde del 11 de septiembre de 2001 trabajábamos en casa de Wu Ming 2. Dábamos el empujón final, enfilábamos la recta final antes de alcanzar la meta de nuestra novela 54. La entrega se había fijado para noviembre. Todavía nos curábamos esos días las heridas del veinte y veintiuno de julio en Génova. Heridas tan sólo metafóricas, gracias a Dios, aunque a un centenar de personas les había tocado peor suerte: cabezas vendadas, brazos rotos, pies enyesados y catéteres. Y un joven había muerto. Génova. Sólo quien haya estado por sus calles comprenderá. Pensábamos que habíamos acertado, al menos por el momento, con los “momentos-clave”, los “puntos de inflexión” y otros dispositivos para reproducir las frases hechas. Y, sin embargo... Un SMS, enviado no sé por quién, hermano de millones de SMS que en aquellos momentos atravesaban el éter, llegó a cada uno de nuestros cinco móviles. Solamente decía: “Enciende la tele”. Durante las semanas siguientes terminamos la novela. La entregamos al editor pocos días antes del inicio de la guerra de Afganistán. En último lugar escribimos una especie de premisa, casi una poesía: No hay ningún “después de la guerra”. Los idiotas llaman “paz” al simple hecho de alejarse del frente. Los idiotas defienden la paz apoyando el brazo armado del dinero. Tras la primera duna los encontronazos proseguían. Dientes de animales quiméricos hundiéndose en la carne, el cielo lleno de acero y humo, culturas enteras extirpadas de la faz de la tierra. Los idiotas combatían al enemigo de hoy alimentando a los del mañana. Los idiotas sacaban pecho, hablaban de “libertad”, “democracia”, “aquí entre nosotros”, comiendo los frutos de sus razias y saqueo. Defendían la libertad de las sombras chinescas de dinosaurios. Defendían el planeta de simulacros de asteroides. Defendían las sombras chinescas de una civilización. Defendían un simulacro de planeta. Tras la caída del Muro y la primera Guerra del Golfo, en occidente muchas personas (sobre todo esas que forjan la opinión pública) hablaban de un “nuevo orden mundial”. Orden, claridad. Con la Guerra Fría terminada y la democracia victoriosa, alguno incluso se atrevió a declarar el Fin de la Historia. El Homo Liberalis era el modelo definitivo de ser humano. Se trataba, a partes iguales, de burda propaganda, de alucinación colectiva y de manía de grandeur. Los años noventa no fueron sólo “el decenio más voraz de la historia” (según la definición de Joseph Stiglitz), sino también el más iluso, megalómano, autoindulgente y barroco. La multicolor celebración del poder y del “estilo de vida occidental” llegó a niveles nunca antes alcanzados hasta hacer parecer frugales las fiestas del Antiguo Régimen en Versalles. El arte y la literatura no tuvieron necesidad de subirse al carro de la autocomplacencia, dado que ya habían subido hacía ya mucho tiempo, pero tuvieron nuevos motivos para regodearse en la ilusión o, tal vez, en la resignación. Nada nuevo podía darse bajo el sol, y muchos se convencieron de que lo único que se podía hacer era calentarse bajo el cálido sol de lo ya-creado. Como consecuencia: una orgía de citaciones, contorsión de ojos, parodias, pastiches, remakes, revivals irónicos, trash, distanciación y posmodernismo a cuatro euros. El 11 de septiembre pulverizó todas las torres de marfil y solamente ahora, siete años más tarde, mucha gente percibe las repercusiones. La misma repercusión que describíamos de forma alegórica en el prefacio a la novela 54. La conclusión de un ciclo histórico. La novela 54 se publicó en la primavera del 2002. Casi al mismo tiempo apareció en las librerías, publicado por nuestro mismo editor, la novela de Valerio Evangelisti Black Flag, a quien en ese momento no conocíamos personalmente. Black Flag es el segundo capítulo del Ciclo del Metallo, epopeya sobre el nacimiento del capitalismo industrial que el autor representa como manifestación de Ogun, una divinidad yoruba de los metales, de la minería, de la espada y del sacrificio...

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